miércoles, diciembre 14, 2005

King Kong

Nueva York, 1933. El teatro de variedades es una fuente de paro en medio de la Gran Depresión. Tampoco soplan buenos vientos para un cineasta, empresario, cuentista y aventurero que está a punto de embarcarse en una expedición hacia una remota isla en la que rodará la nueva versión de su película.
 

¿Porqué conformarse con una copia en celuloide cuando es posible disponer del original en carne y hueso?. King Kong es sacado de la selva y llevado a la ciudad.

¿Porqué conformarse con un original en celuloide analógico cuando es posible verlo con ojos digitales?. King Kong revisitado.

Jackson, amparado por la moderna tecnología digital, ha optado por conceder un protagonismo casi humano a su idolatrado King Kong, ha iluminado la pantalla con los destellantes vatios irradiados por Naomi Watts y ha utilizado el personaje del director (su otro-yo-personaje) como esqueleto vertebrador de una espectacular y simbólica historia de cine, visualmente orgiástica, por y para ser vista en el cine con la pantalla más grande que se pueda encontrar en la redonda.

Con este King Kong:

  • El tamaño de la pantalla, importa.
     
  • El tiempo es relativo.
     
  • El intermedio se hace interminable.
     
  • Viajamos al pasado más presente de la mano del futuro digital más inminente.