Memorias de una geisha

Amor, rivalidad y amistad, tomados del exotismo japonés y guarnecidos con la mejor fotografía de nieve, jardines y nenúfares para obtener un espectáculo suntuoso, enkimonado, aterciopelado y, a ratos, folletinesco; con una banda sonora que embriaga los tímpanos y con algunos pasajes visualmente emotivos pero que deja en el limbo las raíces culturales japonesas y el calvario que sufre la protagonista. ¿Quien está por el sufrimiento o las pasiones de los personajes cuando la imagen (paisaje, vestuario, lluvia, maquillaje) es tan bonita?.
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